lunes, 25 de enero de 2010

LA TRAGEDIA NO ES HAITÍ

¿Me lo dices o me lo cuentas? Mientras te tomas el café o degustas (boutade, claro) el primer plato de tu menú del día, que es el tiempo exacto que va a durar tu preocupación o congoja (para los más sentimentales) por los negritos de Haití o las ruinas de Puerto Príncipe. Si acaso, tu espíritu solidario te llevará a ingresar unos eurillos en la cuenta abierta por la superguay entidad de crédito que sea, que irán a parar religiosamente a las arcas del sátrapa de turno; y el banco, que tampoco se va a quedar sin sus comisiones.

Pero si eres normal (normalmente adocenado, quiero decir) no pasarás de hacer algún comentario estúpido y manido o de escandalizarte por la crueldad de Gaia o Pacha Mama, que se ceba siempre con los pobres. ¡Hay que joderse con la Madre Naturaleza, fíjate que no ataca a los petroleros tejanos, si es que tiene una mala leche!

Pues mira, seré yo el raro, el distinto, pero la tragedia, como la llaman los periodistas, como si supiesen griego, no me conmueve lo más mínimo. He pensado sobre ello, preocupado de haberme convertido en un autómata insensible, en un bruto animal de bellota... pero no. Lo natural y lógico es no sentirse concercindo por algo que ocurre tan lejos, con gente que ni conozco ni voy a conocer y por algo (un terremoto) que no es más que un accidente natural del que no existen culpables. Lo normal y lo natural es lo contrario, preocuparse y sentir por el que está al lado, el que vive contigo, el que es tu amigo o trabaja a tu lado; si acaso, por tu ciudad o país. Pero eso...

Es muy complicado, ¿no? Trae problemas y quebrantos, significa implicarse y no está exento de producir daños colaterales. Es mucho más sencillo ahogar nuestra mala conciencia cotidiana en un mar muy muy lejano, en compañía de un sinnúmero de borregos que siguen a pies juntillas las modas periodísticas y televisivas y que jamás moverán un dedo por lo que les importa (ellos lo saben, muy a su pesar).

Esta es nuestra tragedia cotidiana, la tragedia de los imbéciles. Seguid soñando... o no.